¿Puede la Casa Blanca impedir una guerra a gran escala en el Norte?
Mientras que unos 80.000 habitantes del norte de Israel continúan siendo desplazados internos debido a los continuos ataques de Hezbollah, incluyendo misiles guiados anti-tanques, drones suicidas, proyectiles de morteros y cohetes; esta semana la atención se centra en una entrevista reciente con Amos Hochstein, una figura clave de la Administración Biden en lo que respecta a nuestra región. La entrevista aparece en «Face the Nation» de la cadena CBS el 28 de enero.
Hochstein, enviado especial de la Casa Blanca para Oriente Medio, expresó su preocupación por la posibilidad de que se abra un nuevo frente en el Norte a gran escala, más allá del «conflicto de baja intensidad» que actualmente azota la zona.
Hochstein destacó, que en octubre de 2022, bajo su conducción, Israel y el Líbano, a pesar de no tener relaciones diplomáticas, acordaron una frontera marítima. Ese acuerdo, afirmó, simboliza un raro momento en el que el Líbano, que aún no ha reconocido a Israel, llegó a un acuerdo con el Estado judío.
El enviado dijo que el verdadero desafío radica en ir más allá de este entendimiento marítimo y alcanzar una iniciativa diplomática más amplia, que abarque el cese de hostilidades y garantice la seguridad de los civiles a ambos lados de la frontera.
Lamentablemente, el optimismo de Hochstein presenta algunas omisiones flagrantes.
Hochstein afirmó, por ejemplo, que «después del 7 de octubre, también tenemos que asegurarnos de que los israelíes y los libaneses puedan vivir en sus hogares con seguridad. Y eso no es sólo un alto el fuego; se requiere una parte más compleja de las negociaciones para garantizar que el Ejército libanés esté en esa zona y que haya más parámetros de seguridad para los civiles. Sin embargo, una vez que hagamos eso, necesitamos comenzar a analizar cómo marcamos la frontera, una frontera real, entre los dos países para que podamos tener seguridad y paz a largo plazo en un área que ha sido testigo de tantas rondas de conflicto durante los últimos años”.
En primer lugar, ve a las Fuerzas Armadas Libanesas como parte de la solución. Esto es un problema, dado que, durante los últimos 17 años, las Fuerzas Armadas Libanesas han cooperado con Hezbollah y no han sido parte de la solución. Entonces, ¿por qué cambiaría eso ahora?
En segundo lugar, Hochstein no especifica que lo que se requiere de las Fuerzas Armadas Libanesas es desarmar a Hezbollah en el sur del Líbano. Eso es lo que traerá tranquilidad a los israelíes después del 7 de octubre.
No detalla cuál será el mecanismo de supervisión de este desarme ni si habrá un plazo para ello.
Por último, se muestra entusiasmado con el logro en la frontera marítima, pero olvida que Israel cedió su posición bajo las amenazas de guerra de Hezbollah y que en ese acuerdo no habían personas involucradas, sólo agua y dinero proveniente del potencial de las ganancias del gas natural; a diferencia de las disputas fronterizas de tierra, que incluyen a la aldea de Ghajar, donde vive gente, y las Granjas Shebaa, que involucran agua y seguridad.
Mientras Hochstein se prepara para su próxima visita a la región y su nuevo intento de diplomacia itinerante, el tiempo corre.
La región se encuentra en una encrucijada, y el camino elegido decidirá las vidas no sólo de los israelíes del norte y los libaneses del sur, sino también de millones de personas en Israel, el Líbano y más allá.
Hasta ahora, no han surgido respuestas claras a estas preguntas sobre el futuro de Hezbollah y su violación diaria y sistemática de la Resolución 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU, una violación que arroja una extensa sombra sobre el futuro de la zona.
Fuente: aurora-israel
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