Esta es la primera oficina que implanta chips a sus empleados
La palabra cyborg dispara la imaginación hacia seres híbridos entre humanos y máquinas con poderes extraordinarios. Poderes que, por supuesto, van mucho más allá que utilizar la impresora de la oficina o sacar un refresco de la máquina. Pero los cyborgs que trabajan en Epicenter lo son, precisamente para eso: abrir puertas sin tarjetas, pagar chucherías o encender su ordenador. Alrededor de 160 empleados de esta compañía sueca, reclutados de forma voluntaria en fiestas (beer and chips las llaman), tienen un microchip implantado en la muñeca que les permite, como dice Jowan Österlund, fundador de Biohax (empresa encargada de los implantes), “hablar con las máquinas”.
De primeras la propuesta suena un poco inquietante. Incluso propia de una pesadilla futurista, pero Hanne Sjöblad, hacker sueco y uno de los pioneros en esta tendencia, está convencido de que se trata de un paso natural en nuestra relación con la tecnología. Para qué necesitamos tarjetas de crédito, contraseñas de seguridad, llaves o historiales médicos si podemos llevar toda esa información incorporada en nuestro propio cuerpo de una forma muy sencilla. “Llevamos años poniendo chips a los animales, bromea Sjöblad, ¿por qué no vamos a hacerlo con las personas?”. Los precursores de esta idea son conscientes de las suspicacias que despierta. Parece legítimo preguntarse si no se trata de un nuevo avance del Gran Hermano para tenernos a todos controlados. En su defensa, Biohax afirma en la página web de la compañía que el objetivo es justamente el contrario, que lo que buscan es ofrecer a sus clientes “el control de su entorno digital. Dándoles los medios para salvaguardar su identidad online. Hoy en día tú eres tu información”. Un argumento similar es el que, en un reportaje de la BBC, utilizaba Sjöblad (que inició los implantes hace cuatro años junto a un pequeño grupo de hackers), cuando aseguraba que su intención es “ser capaces de entender esta tecnología antes de que las grandes empresas y los grandes gobiernos vengan y nos digan que todo el mundo debería llevar un chip: el chip de los impuestos, el de Google o el de Facebook”.
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Österlund, que ya ha realizado más de 1.500 implantes desde que abrió Biohax, cree que el futuro de los microchips estará ligado a múltiples funciones como, por ejemplo, la salud: “enseñar a mi cuerpo a que me diga exactamente qué necesita. Cosas como como por favor bebe más agua o toma más sal”. Mientras llega ese momento, y puedan superarse las lógicas sospechas que algo así despierta, los empleados de Epicenter disfrutan con la atención que levantan sus implantes: “lo mejor, asegura una de las trabajadoras, es que el resto de la gente lo encuentra fascinante”
Fuente: EL PAÍS
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